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06 febrero 2010

Lecciones del caso Rosenberg: el poder de los medios de comunicación

elPeriódico 4 febrero 2010
Por: Marcelo Colussi

  
Por un lado muestra que si hay voluntad de llevar a cabo investigaciones en el marco del sistema de justicia, ello es posible. Es decir, lo actuado en torno a esta historia por la CICIG en estos meses deja claro que, efectivamente, se puede ir contra la impunidad, aunque ello parezca mentira en un país donde estamos acostumbrados a que el 98 por ciento de los ilícitos queden impunes, y donde el miedo a denunciar ya se ha hecho crónico.


También demuestra que el poder de los medios de comunicación cada día es más absoluto, y que ellos son, en forma creciente, los hacedores de opinión pública. Esto se evidencia en el manejo que cierta prensa le dio desde un inicio al caso, logrando movilizar a buena parte de la población urbana –de clase media y alta, básicamente– bajo la consigna de esclarecer del asesinato que irresponsablemente se adjudicó en forma automática al Presidente de la República sin ningún elemento probatorio más allá del famoso video del asesinado (o autoasesinado, según se sabe ahora), pero que fue suficiente para que esos sectores se lanzaran a las calles pidiendo su destitución. ¿Qué pasó con este singular suicidio que se convirtió en el hecho político más importante de 2009, el que rebasó más las fronteras? ¿Por qué no sucede lo mismo con cada suicidio del Puente del Incienso, que ya pasaron a ser cosa corriente? ¿Por qué se utilizó políticamente el hecho? Las grandes mayorías piensan que su propia realidad político-social, es algo prefabricado por las usinas ideológicas.

De lo aportado por la CICIG puede extraerse igualmente la lección de cómo se ha adueñado de la sociedad guatemalteca la cultura de la muerte, pues el sicariato ha pasado a ser moneda corriente, paralelamente a otras formas de violencia e irrespeto a la vida, como la limpieza social o los linchamientos, lo que ratifica patéticamente la impunidad reinante.
Todo lo cual deja en evidencia también el oportunismo de algunos sectores que utilizaron las circunstancias para promover una manipulada movilización popular con fines desestabilizadores. Maniobra que, muy probablemente, no sea perseguida penalmente –cuando en realidad así correspondería, por haberse tratado de un virtual llamado al golpe de Estado–, cosa que confirma una vez más la cultura de impunidad como matriz dominante, tanto en la forma de hacer política como en las relaciones sociales.

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